Con el paso a la modernidad, es natural el surgimiento de diversos métodos de aprendizaje y el inevitable debate de cuál de estos es el más efectivo. Uno que destaca en particular es el de Emmi Pikler, la pediatra húngara responsable de la difusión de diversas teorías sobre la educación infantil.
Es gracias a ella que, a mediados del siglo XX, surgió el Instituto Loczy, una organización que fomenta el desarrollo independiente del niño. Además, sostiene la postura de que los niños deben ser libres de moverse por su propia iniciativa para aprender solos a sentarse, ponerse de pie y caminar.
En el año 2011, el Instituto Loczy realizó una serie de observaciones acerca del movimiento en libertad en infantes. A lo largo del video, se menciona que la actividad autónoma del infante no sólo da lugar a la autorregulación del movimiento, la seguridad en sus habilidades y una gran soltura corporal; sino también se convierte en una fuente de placer y una parte significativa de su vida (Bellota, 2011).
Así, se puede apreciar el caso de Edith, una pequeña que se desarrolla seguramente con el entorno que la rodea. Sus acciones causan cierto grado de admiración y, naturalmente, curiosidad. ¿Es el movimiento en libertad el único responsable de este progreso? ¿Qué organizadores de desarrollo están involucrados?
Antes de responder a estas interrogantes, resulta imprescindible esclarecer el término “desarrollo”. Este es un conjunto de transformaciones internas que permiten adquirir las competencias necesarias para ejercer progresivamente actitudes cada vez más autónomas. Así, el desarrollo constituye una construcción del sentimiento de unidad, de continuidad y de cohesión de sí mismo, la constitución del Yo y las raíces de la identidad (Chokler, 2006).
El primer organizador involucrado es el vínculo de apego. Desde el nacimiento, el niño necesita formar relaciones afectivas. Los lazos con los adultos que lo cuidan y que les dan respuestas específicas, cálidas y adecuadas son fundamentales para constituir el vínculo (Chokler, 2006, como se citó en J. Bowlby, 1976).
El vínculo de apego cumple la función primordial de neutralizar y calmar las ansiedades, los temores y el exceso de tensión provocados por el contacto con lo desconocido (Chokler, 2006). Por lo tanto, la ausencia de apoyo físico y emocional pone en riesgo el estado de integración del infante, causando sensaciones de desborde. Esto puede despertar la ansiedad primitiva.
Asimismo, cualquier vivencia invasora, dañina o repentina puede alterar al bebé, dejándole huellas de sufrimiento. Esto se puede desencadenar, más adelante, en un trastorno de sueño, de alimentación, de la conexión con el ambiente, o en somatizaciones (Chokler, 2006).
Es vital, entonces, cuidar a los adultos responsables del niño y asegurarse de que estos se encuentren emocionalmente estables, ya que no se puede aportar sostén, respeto, cariño, protección, si la persona misma no se siente querida, segura, respetada y reconocida.
El segundo organizador es la comunicación. La comunicación con el resto de personas comienza con el contacto y la conexión que fomentan un “diálogo tónico-corporal” de miradas, gestos, mímica, voces, movimientos, distancias con los adultos principales vividos con placer o displacer. De este modo, las percepciones integradas se convierten en señales y signos de bienestar o de malestar por las impresiones tónico-emocionales que producen (Chokler, 2006).
A su vez, los actos y reacciones tónico- emocionales se convierten en expresiones emocionales. Esto da origen a un intercambio de señales que va estableciendo códigos afectivos de comunicación no verbal. Estos representan las raíces imprescindibles del desarrollo del pensamiento simbólico y, consecuentemente, del lenguaje verbal.
El tercer organizador es la exploración, como se puede observar en el caso de Edith. El infante usa su motricidad para moverse, explorar, desplazarse, tomar objetos y, fundamentalmente, para “ser” y para “aprender a pensar”.
De igual manera, logra apoderarse del ambiente elaborando sus modelos de aprendizaje, logra conocer sus actitudes, capacidades y competencias cognitivas e intelectuales a través del contacto, la exploración del entorno y de los objetos. Este proceso se ocasiona por la necesidad de adaptación al medio, impulso cognoscente y pulsión epistémica que lo incentiva a conocer y comprender el mundo (Chokler, 2006).
El cuarto organizador involucrado es la seguridad postural. Este sentimiento es relevante para la coherencia del gesto y la eficacia de las acciones, y es un elemento vital en la definición de la imagen corporal.
Visto que la sensación de equilibrio y de desequilibrio es íntima y está muy relacionada con las emociones, cariño, confianza en sí mismo y continuación del yo, es sumamente importante que el niño mantenga su sentimiento de seguridad postural. Por eso debe haber una autoconstrucción de las funciones de equilibrio, de las posturas, de los desplazamientos y el dominio del propio cuerpo (Chokler, 2006).
Es fundamental, además, tener en cuenta que el niño siente y nota todas las partes activas de su cuerpo y su capacidad para hacerlas funcionar en el momento indicado. Esto genera una percepción y autorregulación permanente, que son esenciales en la construcción del esquema corporal y para la eficiencia de sus acciones.
Finalmente, el quinto organizador involucrado es el orden simbólico. La agrupación de valores, creencias, saberes sociales y culturales del entorno se interiorizan desde el inicio, y se expresan y ejecutan mediante representaciones mentales de un orden simbólico que incorpora a cada persona en la cultura y familia.
Es positivo que el bebé permanezca activo, libre y que ponga en acción sus iniciativas de movimiento la mayor parte del tiempo, pues esto le permite construir su imagen corporal -base elemental de la elaboración de la imagen de sí y del sentimiento de unidad y consistencia de su Yo.
Cabe recalcar que, cuando el niño se encuentra en una situación de riesgo psicosocial o con alteraciones biológicas, la invasión y la sobreexigencia niegan al niño como sujeto y/o crean una relación de dependencia, evitando que exprese su independencia y autonomía de forma segura y calmada (Chokler, 2006).
Es por todo lo expuesto que se puede concluir que el protoinfante se desarrolla y evoluciona rodeado de otros, lo que lo hace muy dependiente de la persona que lo cuida. A pesar de eso, el protoinfante es “el protagonista de su desarrollo” y el cuidador “testigo de una maravilla como es la apertura al mundo del protoinfante”.
Es imprescindible, entonces, considerar que el cuidador puede facilitar u obstruir el desarrollo y, asimismo, “modela” las “matrices de aprendizaje” para producir las transformaciones que constituyen el proceso de crecimiento y desarrollo.
Como se pudo observar en el caso de Edith, el movimiento libre promueve la construcción activa de su propia imagen corporal y la elaboración de la unidad y de la fuerza de sí. Sin embargo, le compete al adulto asegurar al niño las condiciones para una motricidad libre y las condiciones para las iniciativas autónomas a través de una relación cálida y reaseguradora.
CUADRO DE OBSERVACIÓN
Fragmento 4.00-5.30
Veo | Siento | Entiendo |
Edith está echada en el suelo, moviéndose libremente, jugando con una pequeña canasta y explorando todo a su alrededor. Además, cambia constantemente de posición. Se mete las manos y la canasta a la boca. Asimismo, toca la canasta con la yema de los dedos, investigando su superficie. Edith tiene una notoria flexibilidad en el tronco. Luego, se arrastra por el piso , ayudándose de la plataforma y se pone en posición de gateo. Trepa y baja la plataforma sin dificultad. Se sienta y toca sus piernas con los dedos. | Sentimos curiosidad por lo que hará Edith a continuación. Queremos saber cómo se desarrollará con los elementos que la rodean: ¿jugará con la canasta? ¿le prestará atención al muñeco que tiene a su costado? La facilidad con la que se sube y baja de la plataforma nos provoca asombro. Sentimos la seguridad que tiene tanto en sí misma como en el entorno en el que se encuentra. Nos da la impresión de que Edith está acostumbrada a moverse libremente, por lo que este entorno no presenta un gran desafío para ella. | Entendemos que el libre movimiento, con iniciativa propia, es muy importante para que los niños aprendan a sentarse, pararse y caminar. Así, cuando un niño puede moverse en libertad, lo hará con prudencia, seguridad y soltura. La actividad autónoma es una fuente de placer y representa una parte importante de su vida. La flexibilidad del tronco es un elemento sumamente importante para todos los movimientos ulteriores, así como para el mantenimiento del equilibrio con medios cada vez más complejos. El movimiento libre basado en la actividad autónoma favorece al niño en el descubrimiento de sus propias capacidades, el uso de sus propias adquisiciones y el aprendizaje a partir de sus propios fracasos y logros. |
REFERENCIAS
Beneito, N. (2007). Todo empieza por la espalda. Congreso Educación y Terapia.
Chokler, M. (2006). Los organizadores del desarrollo. Recuperado de: https://www.academia.edu/download/49048111/LOS-ORGANIZADORES-DEL-DESARROLLO_M._CHOKLER.pdf
Documento elaborado por Gabriela Zavala para la formación en Pedagogía Activa de La Casita Munay. Lima, Perú (2014)
Mills, H. (2012). Working in the Reggio Way: A Beginner's Guide for American Teachers. Language Arts, 90(2), 140.
Bellota, P. (10 de noviembre de 2011). EL INSTITUTO LOCZY [Archivo de video]. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=jjqjauDD7kA&t=300s
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